Remoto y noble solar,
Galicia, tierra ancestral,
testigo de épocas pasadas,
cuna de glorias alzadas.
Cuando Roma aquí llegó,
tu alma inquebrantable brilló,
resistiendo con coraje
a la fuerza del Imperio.
Luego, cuando el Cid triunfó,
tu espíritu se avivó,
defendiendo con ardor
tu lengua y tu honor.
En siglos de cruzadas
tus hijos marcharon sin miedo,
trayendo a su vuelta
historias de esfuerzo y denuedo.
Cuando el tiempo se oscureció
y la opresión te oprimió,
tu pueblo, con fe inalterable,
mantuvo su alma indomable.
Hoy, Galicia, tierra amada,
erguida y resucitada,
sigues ofreciendo al mundo
tu legado más profundo:
La fuerza de tu carácter,
tu tenaz personalidad,
y el orgullo de ser galego,
que cruza la eternidad.