Me despierto entre sombras y silencios,
envuelto en la penumbra del recuerdo.
Restos de un sueño se desvanecen,
fragmentos de una imagen sin cuerpo.
Aún percibo la luz que lo inundaba,
el soplo cálido que lo mecía.
Pero ya no puedo asirlo, retenerlo,
se desliza entre mis dedos como el agua.
Queda solo la huella de su paso,
un eco tenue que se aleja y muere.
¿Dónde se esconde la sublime certeza
que en mi alma ardía, fulgurante y clara?
Sólo la niebla y la incertidumbre
se adueñan de este silencio que me cerca.
La realidad impone su desolado reino,
mientras se apaga el fulgor de mi quimera.
Pero algo late aún, latente y vivo,
como el pulso de una herida que se niega a sanar.
Tal vez la semilla de un sueño por venir,
aguardando el momento de reclamar su lugar.