Felicidad en pequeñas cosas
En el amanecer que pinta el cielo de dorado,
gracias damos por cada rayo de sol que nos ha iluminado,
por el cobijo del hogar que nos abraza cada noche,
y por la suave brisa que acaricia nuestra piel de derroche.
Agradecemos por los abrazos cálidos y sinceros,
por las risas compartidas con amigos verdaderos,
por la tibieza de una taza de café en la mañana,
y por la melodía de una canción que nos acompaña.
En la gratitud encontramos la felicidad en lo cotidiano,
como el aroma del pan recién horneado en la cocina,
el beso de un ser amado en la mejilla, tierno y sano,
o la caricia de una mascota fiel que nos ilumina.
Apreciamos el susurro del mar acariciando la orilla,
y la mirada de un niño que nos llena de asombro,
el aroma de las flores en un jardín en primavera,
y la calidez de un libro que nos transporta a otro mundo.
Agradecemos por la salud que nos permite caminar,
por la naturaleza que nos regala paisajes de ensueño,
por las oportunidades que se presentan a nuestro paso,
y por los desafíos que nos hacen crecer con empeño.
En la gratitud encontramos la felicidad en las pequeñas cosas,
como el olor a tierra mojada después de la lluvia,
el sabor dulce de una fruta madura y jugosa,
o el abrazo apretado que nos llena de alegría y gratitud.
Agradecemos por cada lección que aprendemos en el camino,
por las lágrimas que nos enseñan a ser más fuertes,
por las sonrisas que nos iluminan el rostro con cariño,
y por cada persona que nos brinda su apoyo y nos ofrece su suerte.
En la gratitud encontramos la felicidad en cada paso,
en cada logro, en cada fracaso que nos hace crecer,
en cada momento compartido, en cada abrazo apretado,
descubrimos que la felicidad radica en el agradecer.
En el maravilloso baile de gratitud y felicidad,
encontramos un canto eterno que nos llena de plenitud,
apreciemos cada instante, cada experiencia, con sinceridad,
y descubriremos que la gratitud nos guía hacia la felicidad en plenitud.
