Allá va Gardel, eterno en su canto,
con gomina y traje, siempre bien plantado,
decían que al espejo le hablaba un tanto,
“¡No hay rostro en el mundo mejor peinado!”
Troilo, en cambio, con su bandoneón,
era rey del tango y de la comida,
se decía que a un asado, sin discusión,
le hacía mil compases... ¡y una mordida!
Astor Piazzolla, el genio moderno,
que a algunos tangueros dejó asustados,
componía con cara de estar en un infierno,
y escuchaba en sueños aplausos dorados.
Y Pugliese, un maestro de buen corazón,
al piano le daba su toque bendito,
pero a veces decían en tono burlón:
“¡Cuidado con Pugliese, que trae maldito!”
Así pasan los nombres de nuestro pasado,
en el tango sus huellas dejaron sin falta;
con manías y genio, siempre inspirados,
¡que a puro compás nos bailan y exaltan!