Es el mundo lo que veo?
Es tan fácil decir que esto es el mundo,
este temblor en las manos, esta quemadura lenta
cuando la luz toca el rostro y lo hiere.
Aquí estamos, atrapados en el borde de algo,
al otro lado de la ventana, en el filo del aire.
Miras, y todo parece real:
los cuerpos en movimiento,
las palabras suspendidas como redes que atrapan.
Pero, ¿qué hay debajo de la piel?
El mundo visible se deshace,
un telón desgarrado que cuelga en silencio.
Hay una violencia en el acto de ver,
una brutalidad que arde en el pecho.
Queremos tocar, pero las cosas duelen,
queremos quedarnos, pero el mundo no se deja.
Nada es lo que parece,
ni el amor, ni el miedo, ni la verdad que evitas.
Cada imagen es un truco, una mentira perfecta,
una forma de creer que aún respiramos.
Las manos se extienden para alcanzar el horizonte,
como si pudiera sostenerse,
como si el mundo fuera sólido y seguro.
Pero se quiebra, siempre se quiebra,
como el agua, como el sueño que escapa.
El mundo visible es un espejismo,
un incendio que arde con promesas vacías,
y nosotros, atrapados en su engaño,
intentamos reconstruirlo en la ceguera de la luz.
Este poema intenta capturar la sensación de fragilidad y efimeridad del mundo, la intensidad de mirar y la inquietud de ver lo que no se puede sostener.
