Tu luz cruza el horizonte,
María Dolores, calma,
y al recordar tu alma
el cielo tiende su monte.
Tu vida, dulce horizonte,
fue caricia y fue verdad.
Sembraste en la humanidad
la ternura más sincera,
y ahora en ti la primavera
renace en la eternidad.
Tus manos, abrigo eterno,
tejieron calor profundo,
y aún queda en este mundo
el eco de tu invierno.
El destino, cruel y tierno,
te llamó hacia otro lugar,
mas sigues en el cantar
de quien hoy tu nombre alaba,
pues el amor nunca acaba,
ni se deja de soñar.
Descansas donde las flores
se abren bajo el claro cielo.
Tu memoria, puro anhelo,
es un faro de esplendores.
María Dolores, amores
que en la tierra diste tú,
nos dejas en plenitud
tu huella, noble y divina,
y en cada rosa que germina
te recordamos en luz.