En el umbral del crepúsculo, las sombras se alargan,
susurran secretos las hojas al viento errante,
y en la penumbra, el eco distante
de voces antiguas que el tiempo embalsama.
La bruma envuelve los sueños dormidos,
mientras la luna, en su manto de plata,
ilumina senderos que el alma desata
hacia recuerdos de amores perdidos.
En este paisaje de melancolía,
donde el silencio entona su canto,
las estrellas dibujan con suave encanto
los versos que brotan en la lejanía.
Así, en la noche, la poesía
se convierte en refugio y manto.