Huye el instante en sombras dilatadas,
lo miro en las arenas desveladas.
Siento en mis venas brisas olvidadas,
ecos de auroras ya desdibujadas.
Cuelgan las horas, penden las miradas,
frágil fulgor en sienes agotadas.
Danza la vida en luces desgajadas,
ríe y se oculta en sombras encantadas.
Veo en el cielo huellas de un suspiro,
rostros de tiempo escritos con rocío,
ojos de luna en mares sin abrigo.
Y al irse el día en su letargo frío,
queda en la brisa el eco de un latido,
un viejo amor que nunca halló su nido.