El Rapsoda Eterno
En cánticos de fuego mi voz alza su vuelo,
el ritmo milenario me guía en su fervor.
Soy eco del abismo, susurro del dolor,
y un hilo de la sombra que asciende hacia el cielo.
Declamo las verdades que el cosmos me confía,
el verbo se hace templo, mi canto un baluarte.
Si soy heraldo oscuro, también la luz comparte,
y elevo entre las ruinas la llama que latía.
La luna es mi vigía, la noche mi latido,
un cetro es mi palabra, la rima mi estandarte.
Del caos del silencio mi verso se reparte,
y el eco se eterniza del verbo redimido.
Si he de morir cantando, que sea mi epitafio
la llama que en el tiempo al hombre dio su voz.
Que al polvo de mi carne le brote un himno atroz,
y un canto inmortalice mi estro como incensario.
