Por mares de penumbra y vientos de quebranto,
avanza el peregrino de patria despojado,
su estela, un sollozar en páramo callado,
su carga, un mundo roto de lágrimas y espanto.
Bajo cielos que gritan en oscuro encanto,
esparce su lamento en polvo desterrado;
no hay sombra que cobije su sueño desgarrado,
ni río que calme su sed de luz y canto.
Mas lleva en su mirada el eco de un mañana,
un hálito de fe, de auroras encendidas,
que rompe con su ardor las piedras de la arcana.
Oh tú, que ves su paso, su pena sin salidas,
extiende tu bondad, que el mundo se desgrana
si olvidas del hermano las sendas doloridas.