Huyendo del ruido, del pueblo y sus penas,
corrimos al campo, cruzamos veredas.
Allí donde el viento susurra en las hojas,
y el sol se filtra entre sombras hermosas.
Dos potros descansan, la brisa los mece,
el néctar desciende, dorado y celeste.
Las voces se cruzan, promesas primeras,
juglares errantes tejiendo quimeras.
Miré su semblante, vi un cielo en sus ojos,
tomó mi mano y cambió mis colores.
La tierra mojada aún olía a lluvia,
y el alma danzaba en su risa desnuda.
Dos rosas se alzan, sus pétalos tiemblan,
se miran, se rozan, dos llamas gemelas.
Y bajo el manzano, de luz adornados,
se funden en sombras dos seres amados.