No desprecies la memoria
de quien con dolor sincero,
te sembró en su propia entraña
como un fruto verdadero.
Llevas su latido hondo,
su suspiro en tu jornada,
y en su pecho aún retumban
las ausencias desgarradas.
Su ternura es río eterno,
su fatiga no se olvida,
pues en cada surco queda
la esperanza florecida.