Brilla el astro en la cima del día,
como un fuego que no permite mentiras.
Su luz desnuda las sombras dormidas,
y en su calor, la verdad se respira.
No puedes verlo sin cerrar los ojos,
ni evitar que arda su huella en tu ser.
Es un abrazo que quema,
es vida y condena,
y sin él, nada puede nacer.
El sol, testigo eterno de todo,
deslumbra y marca el alma que toca.
Pero, ¿quién querría vivir en penumbra,
sin sentir que su brillo provoca?