El día se duerme entre luces cansadas,
y la luna, discreta, asoma su piel.
Las palabras se escurren, fugaces,
como el agua que corre sin volver.
Los recuerdos se sientan a la mesa,
compañeros fieles del tiempo pasado,
y en la brisa que cruza la ventana
un suspiro de ayer queda anclado.
Pero en cada paso, nace la vida,
como el río que nunca deja de andar.
Hay futuro en los ojos que miran,
y en cada historia, un nuevo despertar.