Décima Espinela de un Matrimonio sin Amor
En la casa ya vacía,
donde el eco es compañero,
se ha marchitado el sendero
del amor que no existía.
Cada día en la agonía,
de miradas sin encuentro,
se ha perdido el epicentro
de lo que nunca nació,
y en el frío se quedó
un amor que fue un desierto.
Las palabras, sólo ruido,
sin ternura ni consuelo,
se desvanecen al vuelo
de un suspiro ya perdido.
El cariño no ha vivido,
solo sombras en la estancia,
y en la eterna discordancia,
los corazones se apagan,
como velas que se apagan
sin un rayo de esperanza.
Las promesas se quebraron,
como el vidrio en mil pedazos,
y en el hogar los abrazos
hace tiempo se olvidaron.
Los caminos se alejaron,
sin retorno ni consuelo,
y el cielo perdió su anhelo
bajo un manto de tristeza,
donde yace la certeza
de un amor que fue un duelo.
El futuro es un reflejo
de lo que nunca se tuvo,
un vacío, un eco mudo,
en el alma un triste dejo.
Los recuerdos son espejo
de los sueños que murieron,
y en el tiempo se perdieron
las sonrisas y el calor,
que nunca tuvieron flor
ni en el alma florecieron.
Hoy la vida sigue fría,
sin un faro, sin destino,
y aunque el tiempo es buen camino,
la tristeza no se alivia.
Un matrimonio sin vida,
sin pasión ni sentimiento,
es un triste encierro lento,
donde el alma se consume,
y en el pecho solo asume
el silencio del tormento.
