El niño busca en brazos el aliento,
la madre, agotada, duerme su lamento,
el padre, entre tropiezos,
calza días de viento.
Las cumbres, altivas, miran distraídas,
no siempre ofrecen sombra a las heridas.
La ciudad, con su ajetreo sin medida,
apenas da cobijo a sus almas perdidas.
Levantar una familia no es metáfora ligera,
no es verso dulce, ni rima pasajera.
Es labor de huesos, sudor en la madera,
es tierra en los pies,
es carne que espera.
Es un oficio callado,
un amor entregado,
hecho de manos, de piel,
de cuerpos que se dan
sin descanso al deber.