El niño, en brazos, respira el aire,
la madre se desploma, agotada,
el padre tropieza en su propio viaje,
y el mundo, callado, se distancia.
Las cumbres altivas miran de lejos,
no siempre prestan atención sincera;
la ciudad, en su prisa,
solo guarda fatigas
para sus hijos que retornan a ella.
Criar no es un verso,
no es floritura ligera;
es un sudor constante,
es tierra y entrega.
Se levanta con manos,
con pies en la arena,
y el cuerpo se da,
se entrega, se quiebra.
Así se construye,
así se sostiene:
no en metáforas suaves,
sino en lo que duele.