La tarde se desliza en un suspiro,
entre sombras que cuentan historias,
y la brisa se tiñe de un sentir,
como un eco de memorias.
En mi boca, un susurro de cristal,
reflejo de un amor que no se apaga,
y en la copa, el nombre maternal,
que en mi alma siempre embriaga.
Mamá, tu luz es un faro eterno,
en la penumbra de la vida,
un farol que guía en el invierno,
y en la alegría compartida.
Cada sorbo es un abrazo tierno,
un retazo de tu risa cantarina,
y en el silencio, un te quiero,
que el corazón aglutina.
Recostada en mi boca la luz,
de esa copa que murmura,
el amor que nunca se va,
y en cada trago perdura.
Mamá, eres mi refugio y mi calma,
en este viaje sin final,
y en la copa que desliza su alma,
brilla tu amor puro e inmortal.