Me hubiera gustado ver
a Jesús en su jornada,
oír su voz sosegada,
su amor, su modo de ser.
Caminar y comprender
su mensaje tan divino,
ver su gesto cristalino,
su compasión infinita,
su paz, que nunca se agita,
su fe como fiel camino.
Conocer al hombre fiel,
tan humano y tan sagrado,
sentir su abrazo entregado,
mirar su rostro en la piel.
Saber si el dolor cruel
lo quebró en algún instante,
o si en su amor tan constante
halló fuerzas sin medida,
si vio la muerte y la vida
como un solo y mismo amante.