Entre nieblas danza un pálido fulgor
las calles murmuran su melancolía,
el Sena arrulla un eco soñador.
De humo y piedra, la ciudad es poesía,
un lienzo húmedo de lágrimas y ayer,
susurrando el alma de quien la vivía.
Torres que se alzan con eterno querer,
grises nubes besan su altiva cumbre,
y el tiempo se detiene al atardecer.
Un violín llora bajo el cielo y deslumbra,
mientras el corazón de la urbe suspira,
donde la soledad la belleza encumbra.