Nació entre luces que no la veían,
un reflejo en la pantalla
donde su piel morena era sombra,
donde su voz apenas susurraba
en un idioma que no la nombraba.
La tele encendida era un sueño y un reto,
una ventana a un mundo lejano,
pero en casa, la escasez escribía
con manos duras sobre la mesa vacía.
Su madre, un faro en la tormenta,
hilando esperanzas con horas de esfuerzo,
bordando futuro en cada consejo,
diciéndole: Eres más de lo que dicen,
eres más de lo que temen.
Y ella bailaba, y ella cantaba,
con cada paso, con cada nota,
rompiendo el molde, tejiendo su historia,
haciendo del ritmo su propia victoria.
Hoy su nombre resuena en la música,
hoy su piel brilla sin pedir permiso,
porque aprendió, desde niña,
que los sueños no se piden prestados,
se toman, se viven, se gritan al mundo.