¡Ay, mi señora, cuánto dolor!
Pensar en vos me causa aflicción,
pues vuestro desdén hiere mi corazón.
Aunque intento olvidaros, persiste mi amor.
¡Ay, mi señora, cuánto dolor!
Vuestra indiferencia mina mi ser,
mi espíritu languidece sin consuelo,
y en la soledad, mi alma en duelo,
sufre en silencio este padecer.
¡Ay, mi señora, cuánto dolor!
Si tan solo vuestra mirada amable
pudiera aliviar mi tormento,
mi vida recobraría el aliento,
y este amor sería más llevadero.
¡Ay, mi señora, cuánto dolor!
Mas vos, distante y fría, ignoráis
el fervor que en mi pecho arde,
dejándome en esta amarga soledad,
donde mi amor por vos nunca cesa.
¡Ay, mi señora, cuánto dolor!
En esta cantiga, mi voz se alza,
clamando por vuestra compasión,
esperando que escuchéis mi canción,
y que mi amor en vos encuentre esperanza.
¡Ay, mi señora, cuánto dolor!