Cántico al Amor Eterno
En sombras puras yace el fiel suspiro,
luz que el alma adora y nunca fenece.
Tus ojos, dos abismos que retiro,
y aun cuando escapo, mi ser los merece.
Oh, dama, a cuya faz la aurora canta,
¿qué fue del juramento que me diste?
Mas mi pecho, cual piedra, nunca quebranta
el fuego inmortal que en él encendiste.
No temas si la noche cierne su manto,
que yo seré la estrella que la horada.
Mi voz, eterno eco, será tu canto,
y tu aliento la llama jamás quebrada.
En estas líneas te dejo mi destino,
cuerpo y alma que en amor se consumieron.
Que la muerte me halle fiel peregrino,
pues aun en el silencio nuestros nombres vivieron.
