Aquí, en este campo de amapolas,
Donde el viento susurra antiguos relatos,
Surge una voz que evoca los ecos
De tiempos olvidados, de sueños intactos.
Es la voz de la tierra, que canta
Las historias que duermen en su seno,
Hilvanando recuerdos que el olvido espanta,
Revelando los secretos de lo sereno.
Miro las amapolas, rojas como la sangre,
Y escucho su cálido llamado.
Me sumerjo en su danza, cual mar de escarlata,
Y me pierdo en los pasos del tiempo pasado.
Aquí, donde la memoria florece,
Donde el pasado y el presente se funden,
Siento cómo los hilos del ser se entreteje,
Y los sueños perdidos resucitan y abundan.
Es como si la tierra misma hablara,
Contando los misterios de su aliento primordial.
Y en cada amapola, un recuerdo se declara,
Evocando la esencia de lo esencial.
Así, en este campo de fuego y memoria,
Me uno al coro de la existencia antigua,
Recordando la mágica y eterna gloria
Que late en cada gota de vida que sigue.
Pues las amapolas son el eco del ayer,
Que nos llama a hundirnos en la raíz del ser.