En la penumbra suave de tu aliento,
se encienden los cristales de la aurora,
y cada beso tuyo se atesora,
cual ámbar que eterniza el sentimiento.
Tus labios, luminaria del momento,
destilan la pasión que me devora.
Mi pecho, que en su fuego se enamora,
es cárcel y refugio del tormento.
Un beso basta, dulce en su ambrosía,
para tornar el tiempo en flor eterna,
y destejer la sombra de la vida.
Oh, labios juveniles, vuestra armonía
es arte celestial que en mí se interna,
pues sois la luz del alma bendecida.