En la quietud del bosque, al sol radiante,
la flor delicada abre su corazón;
su aroma sutil, delicado y fragante,
se eleva al aire en suave vibración.
Austera y pura, la belleza impera,
y en la serena calma del paisaje
la dicha se derrama placentera,
como una fuente en límpido paraje.
La armonía y el orden aquí reinan,
sin la tormentosa pasión que atormenta;
la mente y el alma en paz se mantienen,
gozando del momento que se presenta.
Así la eterna Razón se hace presente,
guiando al hombre con rumbo permanente.