Se me antoja disfrutar de tu sabor,
saborear las mieles de tus labios.
Tu aroma me embriaga, es un primor,
me seduce y me deja sin resabios.
Tus curvas dibujan un mapa sin igual,
que recorro con mi mirada y mi mano.
Tu piel es suave, como el terciopelo,
y tus gemidos son mi dulce arcano.
Cada beso es un néctar celestial,
que alimenta mi alma y mi deseo.
Tu cuerpo es un templo, un altar,
donde yo rindo culto a mi ensueño.
Se me antoja disfrutar de tu sabor,
hasta el último aliento de mi vida.
Porque eres mi adicción, mi perdición,
el manjar más exquisito que he probado.