El albur, en su danza misteriosa,
teje hilos invisibles del destino.
Nos guía, cual errante peregrino,
a tierras de fortuna caprichosa.
¿Es la suerte una fuerza azarosa,
o acaso un juego del saber divino?
Buscamos en su enigma clandestino
respuestas a la vida tumultuosa.
La libertad se enfrenta a lo incierto,
la mente al laberinto del azar.
En el abismo, el alma encuentra puerto.
Acepta, pues, la senda sin cesar,
que en el albur hallamos el concierto
de ser y no ser, de amar y soñar.