Hablando de amores pasados,
de aquellos que dejan heridas,
sentados en una cantina,
me puse a contar mi verdad.
Les dije que el alma se cansa,
que a veces el amor castiga,
que duele cuando nos lastiman,
y es fácil querer olvidar.
Pero hay amores divinos,
que marcan la vida entera,
que dejan huellas sinceras,
que no se pueden borrar.
Son amores que perduran,
que aunque duelan no se olvidan,
que se llevan como espinas,
pero igual hacen soñar.
Hablamos de besos perdidos,
de historias de amor y desvelos,
de promesas que se han ido,
y de otras que nunca se van.
Y yo que juraba olvidarte,
al fondo del vaso entendía,
que el alma nunca es vacía,
cuando un amor sabe amar.