Amor no correspondido.
En el salón de baile, bajo la luz tenue,
él danza con ella, ajeno a mi ensueño.
Mi corazón palpita, un pájaro enjaulado,
observando su sonrisa, mi amor no declarado.
Sus palabras fluyen, un manantial de plata,
mas no son para mí, cruel es la sonata.
Cada mirada suya, un dardo certero,
enciende la llama de este amor verdadero.
Oh, cruel destino, que me condena a callar,
a admirar de lejos, a nunca alcanzar.
Su mano en su cintura, un lazo indisoluble,
mientras mi alma suspira, invisible, intangible.
Mas guardaré mi pena bajo un velo de gracia,
fingiendo alegría con estoica audacia.
Pues en el silencio, mi amor se hará fuerte,
un jardín secreto que el dolor no encuentre.
En la penumbra del alma, donde los sueños se atesoran,
florece un amor silente, que las palabras no alcanzan.
Como un capullo marchito, sin la caricia del sol,
se consume en la sombra, sin esperanza, sin consuelo.
Observa desde lejos, con una sonrisa dolorida,
la felicidad ajena, que a su corazón está prohibida.
Cada gesto, cada mirada, un puñal que se clava,
en la herida abierta de un amor que no se acaba.
Mas en la soledad de su alma enamorada,
nace una fuerza ignota, una pasión desatada.
Pues el amor no correspondido, aunque cause amargura,
nutre la creatividad, la poesía, la locura.
Y así, en el silencio de su devoción callada,
se convierte en musa de su propia almada.
El amor no correspondido, aunque duela y desgarre,
es la fuente de inspiración, que al alma nunca dejará de alumbrarle.
