Cuando la luz en niebla se deshace,
dejo la puerta y voy a tu costado.
Allí mi fiebre busca en su desgaste
las sábanas que arden en lo callado.
Qué amor tan triste, lento en su momento,
qué tarde llego al trueno y a los astros.
Mi sueño es lobo roto por el viento,
perdido en bosques de crepúsculos bajos.
Esta manera de morir sin sangre,
de arder sin fuego, de quedarme entera,
me quema el alma y tu silencio arde.
Amarte, amado, es mi razón primera,
costumbre fiel que en su dolor me ablande,
mi sombra atada a tu pasión postrera.