Este poema refleja una visión melancólica de la alegría, sugiriendo que en realidad es una máscara que oculta el sufrimiento inherente a la vida. La idea de que “sobre la tierra no hay más que dolores” implica una perspectiva pesimista, donde el sufrimiento es la verdadera esencia de la existencia, y la felicidad es solo una ilusión temporal o una estrategia de supervivencia.
El poema juega con la dualidad entre lo aparente y lo real: la alegría como una construcción artificial frente a la tristeza que parece ser la única constante. Esta visión podría estar influenciada por corrientes filosóficas como el existencialismo o el pesimismo filosófico, que exploran la inevitabilidad del dolor humano.