Sobre tablillas de arcilla dormía,
susurro eterno de un tiempo lejano,
canción que al rey con fervor le ofrecía
amor sagrado, sublime y humano.
Versos tallados en signos de barro,
dulce promesa de un lecho divino,
en cada estrofa, deseo sin tarro,
flama encendida por fiel destino.
Oh, voz primera del alma y la piel,
sigues vibrando en la historia y la arena,
luz inmortal que no sabe de hiel,
fuego de diosa, pasión sin cadena.
Que el eco puro del canto sumerio
cruce los siglos con tierno misterio.