Contempla el sudor que empapa la frente,
las manos callosas que no se rinden,
los sueños rotos que aún alientan,
como admiras el sol que en el ocaso se extingue.
Observa la pasión en los ojos cansados,
la determinación en cada paso vacilante,
la esperanza que brilla entre escombros,
tal cual admiras el cielo que se tiñe de sangre.
Venera la valentía del que sigue luchando,
aun cuando el destino parece sellado,
honra la fuerza del espíritu inquebrantable,
como honras al día que muere anaranjado.
Pues en el fracaso hay tanta belleza
como en el más sublime atardecer,
ambos nos recuerdan lo efímero de la vida,
y la grandeza de volver a amanecer.
Admira los esfuerzos que llevan al fracaso
tanto como la belleza del atardecer.