Jenkill

En el balcón de un 5to piso

Los cigarros consumidos en añoranza,
el cinturón de Orión atado en el cuello de la cerveza,
los reclamos de mi anónima viuda,
guardados debajo de la almohada,
junto al manual de mi madre
para convertir corazones rotos en caleidoscopios;
¡vengan!
departan conmigo,
este día
mis muertos invitan las rondas.
 
La ciudad escupe en el rostro de quien la recorre
un nombre ajeno al propio;
una caricia espera en la soledad;
el llanto es la excusa que otorga un día lluvioso,
en el balcón de un piso arrendado
a seis humillaciones diarias
(alimentos incluidos),
mientras el caos, afuera, se anuncia
en el costado de un libro extraviado
en algún anaquel de tercer uso.
 
Voces que danzan su escepticismo,
alegaron sin asombro un arribo inminente de demencia,
otros, la factura que algún día cobrarían los excesos,
tres de ellas señalaron sobredosis de sentimientos,
el que más,
sintió miedo & sólo dijo
“esas son mamadas”,
dejando testificación de su trascendencia;
el que menos,
guardo silencio & anticipo su llanto
en la distancia, en cada paso compartido.
 
¿Dónde quedó nuestro silencio?
 
¿Dónde su habitual reclamo?
 
Tuve la caricia de Balam a´kab
& él me regaló la muerte en sus garras,
recorrí sus cuartos & le extravie
en cada gramo de encabronada nostalgia,
en la sequía que no alivia el alcohol,
adherido en párpados insomnes,
con cinco sombras columpiándose en las horas,
en algoritmos cromáticos,
en recorridos determinadamente inciertos.
 
La serpiente Fractal estalló viendo su reflejo
en el primer segmento áureo
de la constelación LZR 6.18;
enredó sueños en el telar de las ecuaciones
& despertó en la punta de la cadena de ADN de Lilith,
un milímetro antes de hallar
el paso a desnivel de la quinta dimensión,
donde el caos intersecta con el principio de percepción.
 
La ventana es tallo viendo sombras arropando la metrópoli,
una calle espera al doblar la esquina
con su canto de navaja & sangre,
en el filo del tiempo, cuando la luna
le besa los bordes a la madrugada,
donde Dios es una moneda flotando
fugaz en un vacio de conceptos,
cuando las decisiones
arrastran colapsos de realidad.
 
Un segundo antes del amanecer,
la ciudad asoma distante
el sopor de un estruendo,
el colapso de todas las eras
se refleja en la ventana del quinto piso,
los vestigios que retratan las postales
de cada rostro que ha permanecido
en el anonimato de la historia,
con sus sueños e ideales,
los llantos, las risas,
las veredas que bifurcan soledades,
que anticipan nostalgias.
 
Está lloviendo,
la tarde se inunda en evocaciones,
una danza de luciérnagas detona en la mirada,
retorna al primordial silencio
para iniciar de nuevo el baile;
prófugas palabras ondulantes,
sílabas durmientes en el crótalo de la noche detonante,
escindido de cada minuto, hallando vacios;
la calle es desierto y su herencia es mi destino.

(2013)




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