POESÍA JAPONESA
En la cocina aroma a café fuerte, me seduce esta madrugada, se me escapan las miradas, para tocarte por dentro
Solo soledad en esta expiación que me lleva a suplicar este día amor dejaré atrás la cobardía solo quiero que en esta redención, pueda decir que yo no te mentía
Cuando vuelvas ya no estaré me habré ido a algún lugar traspasando la frontera de la soledad.
Miro mi luna desde la cristalera, entra su rayo, ilumina mi piel de suave seda.
Mis senos duros turgentes, con circunferencias perfectas, los miro, mientras contemplo por el rabillo del ojo, unas flore… ajadas, muertas.
Esa ventana ciérrala enseguida no deseo ver mis ojos gimiendo asomados al espejo, ya, ardiendo del dolor provocado por la vida. A oscuras mi corazón va latiendo
En un recoveco de mi mente hay un recuerdo agazapado, Y eres tú que ya no estás. No existen flores ni vuelan las mariposas.
En la arena, lamiéndonos el mar la piel, sentí tus ganas revolcándose en mi cuerpo. Mis piernas te envolvían
Si tú no vienes no tendré nada pasearé sola por las calles de Granada. Mi vida, ¿qué haré?
Amar es sentir la vida florecer en los latidos de tus sienes. Amar es consumirse en el ardor del fuego
Con la luna ardiendo al ver a los amantes el mar se calentó al ritmo de la marea lunar. Allí bajo su luz te besé
Soy animal salvaje, que nadie amaestra. Ojalá te des cuenta de lo imbécil que has sido, dejándome marchar.
Adoraba la sensualidad de la hierba en mi espalda, tocar la tierra, amasarla con mis manos. Me hacía sentir viva,
Qué hago mirando el amor si este se fue. Miro por la ventana gente que con indiferencia pasea por la calle
Tomo té mirando la ventana, mientras la rutina me mata. No hay nada peor que ver que desde que te marchaste el mundo viaja,