POESÍA JAPONESA
Todo duele, todo me asfixia, lágrimas rotas caen en pedazos sobre mi regazo. Toda por dentro
Mira la luna como contempla la ciudad dormida mira como quita la pena; esa que a veces nos atrapa.
Hay miradas insondables, caes en ellas y ya no puedes salir… Ahí me quedé en tus pupilas, llena de deseo y lascivia. Me sube una fiebre perversa,
Quisiera hablarte como hablo al cielo a los mil luceros brillando como cristales que les digo:
Solo dije adiós, dicen que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre y a mí me dan ganas de tirarme por ella.
Miro mi luna desde la cristalera, entra su rayo, ilumina mi piel de suave seda.
Miré como metías los pies en la frescura del río Darro. Me guiñaste y sonreí, el cielo resplandecía
Quiero que sepa el mundo entero que ya no te quiero, que por logré decirte adiós. Solo deseo no verte jamás, que esa mirada ya no sea para mí.
Hoy, no sé porqué la tristeza está mordiendo mi carne blanca, la muerde, la mastica y la escupe como
Hubo un día en que tuviste tantos amantes que no recordabas sus nombres, tiempo de miel, vino y canela. Hoy vacía, la noche te llama
El dolor de la ruptura de un amor, aún vivo y palpitante, te marca hasta las entrañas. Pero puedo vivir sin ti. Mi corazón salvaje,
A cuerpo abierto resplandecía, la espuma del mar la lamía. En el ocaso esplendoroso sus ojos se ensombrecían
Vomito el dolor a voces, a lágrimas, a silencios a suspiros, a solas.
Si tú no vienes no tendré nada pasearé sola por las calles de Granada. Mi vida, ¿qué haré?
El pulso se acelera late el corazón como loco, creo morir cada vez que te miro. Influjo del amor y el delirio que en mí provocas,