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Delfín Prats

Lentes

Hemos empezado a fumar por compromiso con el tedio
llenos de esta casa Ana María abarrotados
por sus muchas paredes
sórdidos
como si comenzáramos a golpearnos los unos a los otros
manifiestas una complicidad que no extrañamos con los
inventarios
los vuelos a primera hora las entrevistas de onda corta
hay fotos a todo color de tus parientes
no necesito interrogar tus pertenencias el fondo de tus ojos
el último rincón de la casa habitado por tantas memorias
en desuso
por tantos destrozos los muebles
tan de cerca amenazados por el polvo
 
(ahora te complace la tarde el anís frío que nos ofreces)
 
Eddy se ha puesto a descifrar otros balcones
quizás alguna catedral que no exista
recortada por esa azulidad sin objeción del aire
esta forma tan nuestra de callarnos de contemplar la
mesa
pones tus manos sobre sus bordes lisos sin pulir
sin adelantar siquiera los senos incipientes
                   “abuela no envejece—dices
                   nunca saca tristezas a brillar
                   ni fotografías de adolescencia
                   hoy es tan joven como ayer...
                   cada día...”
los ceniceros
Eddy persiste en continuar su propia búsqueda
del otro lado de los lentes
puede desechar ángulos perfectos: encontrará la coherencia
la imagen el chasquido se repite la llave
que gira oportunamente
Ana María: pájaros y pájaros
la tarde está llena de pájaros
tu memoria está llena de pájaros
las cinco de la tarde la misma calle del mundo
del otro lado de la línea que ocupas de tu difícil posición
la voz: “apresa esas figuras sobre el celuloide
                   graba esas voces que luego repetirás:
                   pájaros y pájaros”
                   “!qué ojos tan grandes tan hermosos!
                   has visto con seguridad cielos prometedores
                   ciudades aguardándonos”
                   “no hay agua en las pilas—dices
                   todos los amigos...”
los adolescentes aparecen en la conversación
al amparo de sus narices amplias de sus agallas por abrir
beberíamos hasta entrada la noche
mordiéndonos los ojos notándonos las garras profundas
“si tan sólo hubieran traído una botella”
echas sobre mi cuerpos sacerdotes bisagras
paredes que se estrechan todas las palabras
que no me he atrevido a pronunciar y me devoran
 
la casa se deshace entre tus ojos
 
tú y el humo me quedan por el cuerpo

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