Rubén Darío

Un soneto a Cervantes

A Ricardo Calvo

XVIII

 
Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.
 
Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
 
Es para mí: suspira, ríe y reza.
Cristiano y amoroso y caballero
parla como un arroyo cristalino.
 
¡Así le admiro y le quiero,
viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!
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