Rubén Darío

En la muerte de Rafael Núñez

II

 
El pensador llegó a la barca negra;
y le vieron hundirse
en las brumas del lago del Misterio,
los ojos de los Cisnes.
 
Su manto de poeta
reconocieron los ilustres lises
y el laurel y la espina entremezclados
sobre la frente triste.
 
A lo lejos alzábanse los muros
de la ciudad teológica, en que vive
la sempiterna Paz. La negra barca
llegó a la ansiada costa, y el sublime
espíritu gozó la suma gracia;
 
y ¡oh Montaigne! Núñez vio la cruz
erguirse,
y halló al pie de la sacra Vencedora
el cadáver helado de la Esfinge.
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