#1887 #Abrojos #EscritoresNicaraguenses #Modernismo
Don Gil, Don Juán, Don Lope, D… ¿cúya es esta cabeza soberbia? ¿es… ¿esos ojos de jaspe? ¿esa barba de… Este fué un caballero que persigui… Cien veces hizo cosas tan sonoras…
Vivió el pobre en la miseria, nadie le oyó en su desgracia; cuando fue a pedir limosna lo arrojaron de una casa. Después que murió mendigo,
El alba aun no aparece en su glori… Canta el mar con la música de sus… Y el aliento del campo se va cuaja… Teje la náyade el encaje de su esp… Y el bosque inicia el himno de sus…
¡Argentina! Tu ser no abriga la riqueza tentacular que a Europa finesecular incubó la furia enemiga. Y si oyes un día explotar
El mundo en sus ejes rueda en continuo movimiento sobre el humano cimiento... Así rueda el pensamiento de Don José de Espronceda.
Recuerdas que querías ser una Mar… Gautier? Fijo en mi mente tu extr… cuando cenamos juntos, en la prime… en una noche alegre que nunca volv… Tus labios escarlatas de púrpura m…
Se ha casado el buen Antonio, y es feliz con su mujer, pues no hay otra más hermosa, ni más dulce, ni más fiel, ni más llena de cariño,
En el libro lujoso se advierten las rimas triunfales: bizantinos mozaicos, pulidos y raros esmaltes, fino estuche de artísticas joyas,
¿Que por qué así? No es muy dulce la palabra, lo confieso. Mas, de esa extraña amargura la explicación está en esto: después de llorar mis lágrimas
¡Argentina! ¡Argentina! ¡Argentina! El sonoro viento arrebata la gran voz de oro… Ase la fuerte diestra la bocina, y el pulmón fuerte, bajo los crist…
Cuando iba yo a montar ese caballo… y tembloroso, dije: «La vida es pu… Entre sus cejas vivas vi brillar u… El cielo estaba azul y yo estaba d… Sobre mi frente Apolo hizo brilla…
Vamos por partes: comenzará muy puro, pero, al fin... ¡carne!
Argentina, el día que te vistes de gala, en que brillan tus calles y no hay aspectos ni almas tristes en alturas, pampas y valles; el día en que desde tus fuertes,
Bandera que aprisiona el aliento de Abril, corona tu torre de marfil. Cual princesa encantada,
Érase un cura, tan pobre, que daba grima mirar sus zapatos descosidos y su viejo balandrán. Érase un cuasi mendigo