Te vi ayer
en mis sueños dorados,
porque tú los haces
con tus ojos claros.
No me queda mas remedio
calmarme y amarte,
hasta el fin de mis días,
y en silencio pensarte.
Ayer tampoco me atreví,
ayer me volví a encoger,
porque mis frías manos
no me dejaron ver.
...y hoy te diste cuenta Sebastián
de quien eran las palabras dulces,
que recibías amargamente
todos tus íntimos días.