No te puedes siquiera imaginar
hasta dónde me lleva el pensamiento
que me atenaza, en el feliz momento
en que me empujan ganas de abrazar
tu cintura y después acariciar
esa piel suave y tersa que de ungüento
me hiciera y agrandase el sentimiento,
de modo que hasta el cielo iba a alcanzar.
No encuentro la manera de explicar
con palabras que expresen lo que siento
al verte o hasta incluso en el soñar
contigo, que el deseo va en aumento,
sin poder de ningún modo parar
la carrera fugaz de ese incremento.