Cuando me río no es señal de nada
que denote alegría y es bien cierto,
aunque a veces me oiréis la carcajada
que sale con furor a pecho abierto.
Lo hago por no llorar y es que mis penas
son tan terribles que me tienen loco
y las voy sujetando por las buenas
con risas, llantos y de todo un poco.
Tan grande es mi desdicha y amargura
que más no puede ser, por imposible
y es que ni una alegría ni ventura
me llegan de manera perceptible.
Si no cambia el sentido de mi suerte,
prefiero la visita de la muerte.