Cuántas noches en blanco me he pasado
soñando, aunque despierto, que venías
tan feliz y sonriente y te ponías
con mimo y placentera a mi costado,
a decirme que siempre me has amado
y que nunca jamás me dejarías
de querer hasta el resto de tus días
y lo jurabas por lo más sagrado.
Es un sueño tenaz que se apodera
de todo mi sentir y tal parece
que en el mundo eres todo cuanto existe,
haciendo que se meta una quimera
en mí, que hasta pensarlo me estremece
y veo que a abandonarme se resiste.