Mil vidas que tuviese fueran pocas
para poder mimarte como quiero,
que sería con ansia y con esmero,
saliéndome del cuerpo tantas bocas
como poros, libando como locas
de la miel que te endulza ese venero
del que estoy mucho más que prisionero
y en sueños a gozarlo me convocas.
Serían verdaderas filigranas
aquéllas que inventase para darte
esa felicidad que te mereces,
que aumentaría sin cesar tus ganas
de poner toda el alma por tu parte
y devolverme esa pasión con creces.
Serían tantas veces
las que hiciésemos uso de tal rito,
que poco se me antoja el infinito.