Señor, cámbiame el cielo prometido
por esa maravilla de mujer
que Tú me has permitido conocer
y en mí con tanta fuerza se ha metido.
Como el agua de mayo me ha venido,
pues presto me sentí reverdecer
al pensar que pudiera suceder
lo que efectivamente ha sucedido.
Mi corazón estaba adormecido
y ella lo ha despertado al parecer,
pues empiezo a sentir cada latido
con más vigor que el que tuviera ayer
antes de estar en este amor prendido,
que de otro modo no pudiera ser.