Escribo en el idioma de la calle
en el que todo quisqui se maneja,
procurando espulgar cada detalle
para ofrecerlo limpio y en bandeja.
Huyo de verborrea y ringorrango
y no puedo tragar la rimbombancia,
la que suponen que les sube el rango
los que suelen ponerla en abundancia.
Las cosas claras, chocolate espeso,
graciosamente a veces se decía
y todo el que escribía, con exceso
de claror a sus letras exhibía.
El escrito que es fatuo y presuntuoso,
nos dice que su autor es vanidoso.
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