El peso de los años se me nota
y no quiero pensar en lo que luego
ha de llegar, pues he de ver que agrego
algunos más, que subirán la cota.
Mi resistencia veo casi rota
y se me va sin atender mi ruego
de que me siga con el mismo apego
que tiene el arriero con su bota.
Al final encontré la solución
y es la de procurarme una ilusión
diferente y muy grande cada día,
habiendo comprobado con placer
que es lo mejor que haya podido hacer
para sentirme joven todavía.