Siempre se encuentra el sol en mi ventana
cuando pegas tu cara a sus cristales
y en bonita y graciosa filigrana
me envías refulgencias a raudales.
No se eclipsa tu luz ni desvanece,
que al contrario, te aumenta cada día
y es que gracias a Dios, tanto te crece,
que me das parte, para hacerla mía.
Me estás iluminando con tus rayos
sirviéndome de guía en el camino,
para hacerlo seguro y sin desmayos
y llegar felizmente a mi destino.
Suerte la mía y cuánto te agradezco
ese honor, sin saber si lo merezco.